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Arquitectura y pandemia: un binomio en construcción

Por Arq. Alexander A. Juárez / alexander.juarez@catolica.edu.sv

El COVID-19 ha impactado cada aspecto de nuestro estilo de vida y la arquitectura no es la excepción. Por eso, para ver el camino que estamos construyendo en materia de diseño, debemos aprender del pasado, ya que el coronavirus no ha sido la única enfermedad que nos ha hecho buscar acciones para mejorar la calidad de vida.

Antes se diseñaba verticalmente para optimizar el espacio; ahora, para mejorar la salud, en espacios abiertos y ventilados

El urbanismo y la arquitectura que conocemos actualmente, respondieron a la necesidad de mejorar la calidad de vida ante enfermedades como la tuberculosis, el cólera, la malaria, la peste bubónica, entre otras. La pandemia por el Covid-19 se alinea en esta perspectiva, donde exige de respuestas concretas, innovadoras y creativas, para reducir el impacto de la emergencia a escala global.

El urbanismo evolucionó para combatir enfermedades que cambiaron la historia. Claro ejemplo de ello es que los cementerios están en la periferia de las ciudades, las aguas residuales quedaron ocultas de los lugares superficiales en los que la gente caminaba libremente, se diseñaron medios para llevar agua limpia hasta la ciudad; incluso, la muralla dejó de ser una opción para proteger las ciudades y se derribaron para mejorar el flujo de aire fresco al interior de las mismas. Además, la cuadrícula helénica dejó de ser una estrategia militar y se volvió una forma lógica para ordenar las ciudades, ayudando a direccionar mejor el manejo de las aguas residuales y el agua limpia; las calles se ensancharon, las plazas y zonas verdes dieron soluciones para abrir más la ciudad y ventilarla.

Por otro lado, en la construcción de viviendas se implementaron materiales con acabados uniformes y de fácil limpieza como los azulejos. De igual forma, el bronce se utilizó para elementos de uso diario por su propiedad antibacteriana, antiviral y fungicida. Asimismo, para luchar contra el ingreso de roedores, se implementó el concreto en las fundaciones y se ocultaron las tuberías verticales para evitar que escalaran por ellas los portadores de la peste bubónica. En pocas palabras, se mejoró la vivienda buscando tener una mejor calidad de vida en el espacio de habitación para evitar enfermedades.

Después de este vistazo al pasado, se logra comprender la importancia que tiene la vivienda y cómo la arquitectura responde ante los riesgos que se presentan para la salud. A causa del coronavirus, los espacios cambiaron su uso ante la cuarentena: el dormitorio cambió a salón de clases y el comedor se designó para el “home office” y las videoconferencias, rompiendo la brecha entre el espacio familiar y el trabajo. De este modo, surge la virtualidad ante la presencialidad, y los términos de clase sincrónica o asincrónica son el día a día. La casa, que era el lugar de convivencia familiar y descanso, en cuarentena fue el lugar más flexible de trabajo, cambiando el concepto de privacidad por las redes sociales.

Entonces, ¿qué paso con la vivienda? Hoy en día, se debe pensar en espacios con muebles y artefactos nuevos que han sido diseñados para la desinfección antes de ingresar al hogar; algunas personas colocaron creativamente duchas temporales al exterior de su residencia para evitar el contagio y cuidar de su familia.

Por otro lado, en los espacios públicos se está implementando el uso de pantallas transparentes, se aprecian marcadores en el suelo que se relacionan al nuevo término de “distanciamiento físico” y el área libre por persona ahora es de 4m2. En las empresas no solo se piensa en lactarios y circulaciones adecuadas a personas con movilidad reducida, también se agregan espacios para desinfección y otros para descarte de material bioinfeccioso.

No cabe duda que la función de un espacio cambió y se transformó para mejorar la interacción humana camino a una “nueva realidad” que no dio tiempo a una transición controlada. En general, los términos de la arquitectura como ventilación cruzada, iluminación natural y espacios abiertos retoman su importancia por enfocarse a la calidad de aire en los espacios de uso cotidiano. Antes se diseñaba verticalmente para optimizar el espacio; ahora se diseña para implementar el distanciamiento físico, para mejorar la salud, en espacios abiertos y ventilados. Esto pone en duda la creencia que ser moderno es construir hacia arriba cerrando espacios e implementando circulaciones al mínimo, ¿será ahora la mejor solución a futuro? ¿Cuál será la mejor respuesta? ¿Utilizar mejor el espacio para construir o vivir en un ambiente abierto más sano?

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             Maestra Wendy de Cardona                 Docente Facultad de Ciencias y Humanidades

En mi experiencia personal, la dinámica ha sido provechosa no solo por la disposición y capacitación constante en temas educativos, sino también por el interés de la institución en brindar una enseñanza universitaria integral, tal como lo expone el modelo personalista.

Mi experiencia respecto a compartir el aula con estudiantes que poseen capacidades especiales ha sido todo un reto, ya que no solo se traba de llegar e impartir contenidos, sino de acercarse a ellos con la empatía y la prudencia requerida para identificar sus necesidades educativas, de inserción al ámbito escolar universitario y, en algunos casos, establecer estrategias diferentes para su aprendizaje, según la carrera que han elegido.

 

 

 

 

 

 

                Maestro Francisco Javier Clemente              Docente Investigador Facultad de Ingeniería y Arquitectura

Recuerdo el caso de una alumna con problemas de audición que solicitó permiso para que su madre estuviera presente para transcribir la clase. Investigué cómo incluir subtítulos en todas mis clases, asegurando su plena inclusión. Con otros alumnos con dificultades de aprendizaje, busqué métodos personalizados, logrando excelentes resultados.

Ha sido un compromiso personal y profesional garantizar la inclusividad y accesibilidad de mis clases para todos los alumnos, incluyendo aquellos con discapacidades. Me esfuerzo por conocer a mis estudiantes, identificar posibles discapacidades o dificultades en el aprendizaje y ajustar el material didáctico para respaldar diversos estilos de aprendizaje. Además, investigo y aplico tecnologías que faciliten la participación de mis alumnos.

Considero esencial que como docentes y seres humanos aprendamos más sobre educación inclusiva y mejoremos la comunicación con estudiantes que enfrentan diversos desafíos. La inclusión es crucial para que todos se sientan valorados, y esta dedicación ha transformado la experiencia educativa, creando un entorno donde cada estudiante puede alcanzar su máximo potencial.